lunes, 20 de junio de 2011

Epílogo


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Este trabajo se terminó de escribir en un rancho de adobe, en el límite entre la provincia de Salta y Formosa en febrero de 2010, con 45 grados de temperatura ambiente.
En este preciso momento un ventilador bastante desvencijado tira aire caliente sobre esta computadora, instalada sobre una mesa que apenas entra entre dos camas. Es sábado y el pueblo recién empieza a moverse, son pasadas las 7 de la tarde. La dueña de casa tira agua al patio de tierra intentando minimizar los efectos del viento caliente sobre las cosas y las personas, que estamos perfectamente cubiertos de tierra. Los fogones del pueblo expiran olor a palo santo quemado. Las chicharras suenan a un volumen exagerado.
Y no dejo de preguntarme qué hago en este remoto lugar del territorio, con este aparato de escritura de origen japonés, escuchando un grupo musical inglés y leyendo un texto de un seminario de maestría en portugués. Y al final de cuentas llego a la conclusión de que también de esto se trata el mundo que habitamos, de esta superposición de escalas resumidas a veces y simplemente en una canción que yo escucho con una familia criolla que me hospeda y que posiblemente nunca la escucharían si yo no estuviera acá en este preciso momento. ¿Cuántas cosas de lo global estoy trayendo a lo local?, ¿cuántas cosas de lo local estaré llevando a lo global?
Creo que entre el mundo global y el local se abre la brecha del desplazamiento, del juego de fronteras, del contacto enriquecedor entre las personas y sus mundos. Y creo que es la única forma de intentar respuestas, propuestas y quizás soluciones a las inmensas desigualdades entre unos y otros, entre ellos y nosotros, entre el acá y el allá. Pensar desde el territorio, que es espacio, lugar y sobre todas las cosas es hombres y mujeres que lo habitan antes, durante y después de las administraciones políticas, los vaivenes del capitalismo y la globalización, las desigualdades, las teorizaciones que se hagan desde la academia, cada una de las palabras de este trabajo. El territorio es humano por sobre todas las cosas, y eso me incluye, y eso me da la posibilidad de seguir creyendo en la posibilidad que tenemos ante la posibilidad territorial de este pequeño lugar.
“¿En qué lugar de la tierra que rota? ¿Qué puede conocerse al amanecer? ¿Quién puede conocerlo?” (Clifford, 1999: 23)
http://udestacruzandoeltropicodecapricornio.blogspot.com/2011/06/epilogo.html

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